El trastorno de ansiedad social, o fobia social, afecta a una gran cantidad de jóvenes y adultos jóvenes, limitando sus interacciones cotidianas y su calidad de vida. Este trastorno, caracterizado por un miedo intenso a ser juzgado, humillado o rechazado en situaciones sociales, va más allá de una simple timidez. Las personas con ansiedad social suelen evitar reuniones, presentaciones, o incluso conversaciones casuales, ya que experimentan síntomas físicos como sudoración, taquicardia, y temblores en situaciones de interacción.
Estos síntomas muchas veces los llevan a autoaislarse, afectando sus relaciones y oportunidades de desarrollo profesional.
A nivel mundial, el aumento de la ansiedad social ha sido vinculado a factores como la presión en redes sociales, el impacto de la pandemia y una mayor dependencia en la comunicación digital, que, aunque facilita las conexiones, también puede intensificar el temor al contacto cara a cara. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la ansiedad social es uno de los trastornos más comunes entre jóvenes de 15 a 30 años, con efectos duraderos en su autoestima y habilidades para formar vínculos sólidos.
Para aquellos que buscan ayuda, existen terapias efectivas, como la terapia cognitivo-conductual y, en algunos casos, el uso de medicamentos ansiolíticos. Expertos recomiendan la práctica de técnicas de mindfulness y de respiración para reducir los síntomas, además del apoyo de grupos de terapia, que brindan un espacio seguro para superar gradualmente los miedos.
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