
El terror volvió a apoderarse de Veracruz. Un nuevo ataque armado sacudió la comunidad de Villa Allende, en el municipio de Coatzacoalcos, dejando tres muertos y un herido. La escena, brutal y sin piedad, se suma a una serie de hechos violentos que han cobrado la vida de al menos diez personas en las últimas semanas. La espiral de violencia en el estado sigue su curso y la población vive con miedo, mientras la presencia de fuerzas de seguridad no parece suficiente para frenar a los grupos delictivos.
El ataque más reciente ocurrió en el interior de una vivienda. Hombres armados irrumpieron en el domicilio y abrieron fuego sin contemplaciones. Entre las víctimas se encuentra un empresario reconocido en la zona, un dato que refuerza la hipótesis de que los criminales están atacando a sectores específicos de la sociedad. La brutalidad del ataque y la facilidad con la que los sicarios actúan han encendido las alarmas en una región que parece sumida en un ciclo interminable de sangre y violencia.
Este hecho no es un caso aislado. Desde finales de febrero, comandos armados han irrumpido en comercios y viviendas, dejando una estela de muerte a su paso. El 25 de febrero, otro grupo armado asesinó a tres personas en un taller automotriz en Perote, mientras que el 28 de febrero, una masacre similar ocurrió en otro taller en Coatzacoalcos, donde cuatro personas perdieron la vida. A pesar de los operativos de seguridad desplegados por el Ejército, la Guardia Nacional y la Policía Estatal, los atacantes lograron escapar sin dejar rastro.

La situación en Veracruz es un reflejo del infierno que viven muchas regiones del país. La violencia ya no se limita a enfrentamientos entre grupos criminales; ahora afecta directamente a la población civil, comerciantes y empresarios que se ven atrapados en una red de extorsión, secuestro y terror. Los cárteles han diversificado sus actividades y el cobro de piso es una de sus principales fuentes de ingresos, obligando a quienes se niegan a pagar a enfrentar consecuencias mortales.
El panorama es sombrío. Mientras las autoridades intentan contener la crisis con operativos y detenciones, la realidad es que la violencia sigue extendiéndose sin control. Los ataques armados, como el que acaba de ocurrir en Villa Allende, se han vuelto parte del día a día en Veracruz, dejando una huella imborrable en una sociedad que cada vez se siente más indefensa.
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