México o Estados Unidos Mexicanos: ¿Es momento de hacer oficial el nombre que todos usamos?
- guizarnoehmi
- 24 feb
- 2 Min. de lectura

¿Alguna vez has pensado en el nombre oficial de nuestro país? Aunque todos lo llamamos simplemente “México”, en la Constitución seguimos siendo “Estados Unidos Mexicanos”, una denominación que existe desde 1824. Sin embargo, esto podría cambiar pronto. La diputada federal del PAN, Kenia López Rabadán, ha presentado una iniciativa para que nuestro país sea reconocido oficialmente solo como “México”, argumentando que esta es la forma en la que nos identificamos dentro y fuera de nuestras fronteras.
López Rabadán sostiene que esta reforma no alteraría en absoluto el sistema de gobierno ni la estructura política del país, pero sí fortalecería la identidad nacional y simplificaría trámites oficiales. Además, señala que organismos internacionales como la ONU y la OEA ya nos llaman México, por lo que es momento de que nuestra propia Constitución se actualice y refleje el nombre con el que nos sentimos identificados.
Aunque suene como una idea novedosa, no es la primera vez que se plantea este debate. A lo largo de la historia, distintos personajes políticos han propuesto eliminar la parte de “Estados Unidos” de nuestro nombre oficial. Uno de los intentos más sonados fue el de Felipe Calderón en 2010, cuando como presidente de la República presentó una iniciativa similar. Sin embargo, nunca se concretó.

Pero más allá de la política, la raíz de esta propuesta se encuentra en el significado mismo de la palabra México, que proviene del náhuatl y se compone de "Metztli" (luna), "Xictli" (centro) y "Co" (lugar), traducido como “en el ombligo de la luna”. Este término hace referencia a la ubicación de la antigua Tenochtitlan, situada en el centro de una cuenca rodeada de agua que los mexicas relacionaban con la imagen de un conejo en la luna.
Con casi 200 años usando “Estados Unidos Mexicanos”, ¿es momento de simplificar las cosas y quedarnos solo con México? El debate está abierto, y aunque parezca un simple cambio de nombre, la propuesta toca fibras sensibles de identidad, historia y hasta política. Ahora la pregunta es: ¿realmente necesitamos modificar la Constitución para oficializar algo que ya es un hecho en la vida cotidiana?
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