Un estudio detalla el caso de cinco personas que comenzaron a mostrar síntomas de demencia décadas después de recibir un tratamiento con hormona de crecimiento extraída de cadáveres. Aunque esta evidencia sugiere una posible vía de transmisión de la enfermedad de Alzheimer a través de dicho tratamiento, los expertos aclaran que no implica que el Alzheimer sea una enfermedad contagiosa.
En la última edición de la revista *Nature Medicine*, un equipo de investigadores británicos describe el caso de cinco individuos que desarrollaron una demencia similar al Alzheimer muchos años después de haber sido tratados con hormona de crecimiento obtenida de glándulas pituitarias de cadáveres. Los investigadores explican que, aunque este tratamiento puede haber estado relacionado con el desarrollo de Alzheimer en estos casos, no significa que el Alzheimer sea contagioso. Además, el método de extracción de hormona del crecimiento de cadáveres se abandonó a principios de los años 80 debido a su asociación con la transmisión de priones responsables de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, un trastorno neurodegenerativo relacionado con la crisis de las 'vacas locas' en los 90. Actualmente, la hormona de crecimiento utilizada en terapias es de origen sintético.
El equipo de investigación, liderado por John Collinge del Instituto de Enfermedades Priónicas del University College de Londres, había documentado anteriormente la presencia de depósitos de beta amiloide, una proteína clave en el Alzheimer, en los cerebros de algunos pacientes con Creutzfeldt-Jakob. Esto les llevó a explorar más a fondo la relación entre el tratamiento con hormona de crecimiento derivada de cadáveres y el Alzheimer.
En su estudio, los científicos encontraron que varias muestras antiguas de hormona de crecimiento extraída de cadáveres estaban contaminadas con beta amiloide y que, a pesar de haber estado almacenadas por años, podían inducir la acumulación de beta amiloide en el cerebro de ratones cuando se inyectaban.
El estudio también incluyó a ocho personas del Reino Unido que recibieron el tratamiento con hormona de crecimiento en su infancia y no desarrollaron enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Sin embargo, cinco de estos individuos sí experimentaron síntomas de demencia temprana, apareciendo entre los 38 y 55 años, compatibles con el diagnóstico de Alzheimer.
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