
Estados Unidos ha decidido ir con todo contra los cárteles y organizaciones criminales transnacionales, incluyendo a los grupos mexicanos que han dominado el tráfico de drogas durante décadas. Un memorándum filtrado de la Fiscalía General estadounidense revela una nueva estrategia que busca erradicar por completo estas organizaciones, con un enfoque más agresivo y directo. Esta decisión llega después de que el presidente Donald Trump ordenara, el mismo día en que asumió el cargo, una revisión total de la estrategia contra el crimen organizado, llegando al extremo de considerar a estos grupos como organizaciones terroristas.
El documento es claro: "Debemos hacer más que tratar de mitigar los enormes daños que estos grupos causan en Estados Unidos. No basta con detener la oleada de venenos mortales, como el fentanilo, que estos grupos distribuyen en nuestro territorio nacional". Pero más allá del discurso, la gran pregunta es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno de EE.UU. para cumplir con su objetivo?
Entre las medidas clave de esta estrategia está el aprovechamiento total de los recursos del Departamento de Justicia, el empoderamiento de fiscales en todo el país y una coordinación más estrecha con Seguridad Nacional y otras agencias para "eliminar estas amenazas a la soberanía de Estados Unidos". No obstante, el memorándum no aclara si estas acciones se limitarán al territorio estadounidense o si se planean intervenciones en otros países donde los cárteles operan, como México, Venezuela o El Salvador.
Según la periodista Azucena Uresti, algunos de los grupos criminales que estarían en la mira incluyen a los grandes nombres del narcotráfico:
Cártel de Sinaloa (dividido en facciones como ‘Los Chapitos’ y ‘La Mayiza’).
Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Tren de Aragua.
Mara Salvatrucha.

Pero justo cuando Estados Unidos parece intensificar su ofensiva contra los cárteles, han ocurrido eventos que levantan sospechas sobre posibles movimientos militares en territorio mexicano. Hace unos días, se reportó la aparición de una aeronave de reconocimiento en el Golfo de California sin autorización de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), así como la presencia de un portaaviones estadounidense en aguas internacionales cercanas a Baja California. Coincidencia o no, la duda está sobre la mesa.
La presidenta Claudia Sheinbaum no tardó en responder. Aseguró que su gobierno no ha dado permiso a EE.UU. para que sus aeronaves ingresen a suelo mexicano y rechazó que exista una condición impuesta por Trump para frenar los aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas. Pero su mensaje fue más allá de la defensa territorial: lanzó una crítica directa a la estrategia estadounidense, cuestionando por qué no se enfocan en combatir el consumo de fentanilo dentro de su propio país.
“Si el gobierno de Estados Unidos y sus agencias quisieran atender el grave consumo de fentanilo en su país, ¿por qué no empiezan combatiendo la venta de estupefacientes en las calles de sus principales ciudades? ¿O cómo es que las personas con adicciones compran esa droga? ¿Por qué nunca hemos oído de detenciones a los grupos delictivos estadounidenses?”, cuestionó Sheinbaum.
Y es que la lucha contra el narcotráfico siempre ha sido una guerra con muchas aristas y doble discurso. Mientras en EE.UU. crecen los llamados a erradicar a los cárteles con métodos más agresivos, en el propio país el consumo de drogas sigue en aumento, y el fentanilo se ha convertido en una crisis de salud pública sin precedentes. ¿Será esta estrategia el golpe definitivo contra los cárteles o solo una nueva excusa para reforzar la influencia de EE.UU. en la región?
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