
El invierno llega con bajas temperaturas… y un desfile de enfermedades que pocos logran esquivar. Desde el resfriado común hasta el temido COVID-19, la temporada fría se convierte en un campo de batalla contra virus respiratorios y estomacales. Pero no te preocupes, aquí te contamos cómo protegerte y reconocer los síntomas más comunes.
¿Por qué parece que todos se enferman más en invierno? Los científicos apuntan a que el aire frío y seco debilita nuestras defensas, sumado al hecho de que pasamos más tiempo en interiores, donde los gérmenes campan a sus anchas. Aunque evitar todos los contagios es complicado, hay medidas clave que pueden marcar la diferencia.
Empecemos por los síntomas. Muchas enfermedades tienen señales similares, pero otras son inconfundibles. El norovirus, por ejemplo, suele causar vómitos, diarrea y dolor de estómago. ¿Cuánto dura? De uno a tres días. El resfriado común, por su parte, es menos agresivo, pero igual de molesto: congestión, tos y fiebre baja que desaparecen en menos de una semana.
La gripe tiende a pegar más fuerte, con fiebre, dolores corporales y una sensación de agotamiento que puede durar hasta dos semanas. Por su parte, el COVID-19 incluye pérdida de olfato o gusto, además de tos, fiebre y dificultad para respirar. Finalmente, el VRS, que afecta más a los pequeños y a los adultos mayores, se manifiesta con sibilancias y pérdida de apetito.

Ahora, la clave: la prevención. El lavado de manos sigue siendo tu mejor escudo. Usa agua y jabón, y dedica al menos 20 segundos a frotar bien tus manos, especialmente después de usar el baño o preparar alimentos. ¿Sin agua y jabón a la vista? Un desinfectante con al menos 60 % de alcohol es tu aliado, aunque no funciona contra todo, como el norovirus.
También es importante mantener limpios los objetos que usas a diario. Piensa en manijas de puertas, teléfonos, juguetes o encimeras. Usa productos con detergente y remata con un desinfectante. Si tienes ropa o superficies contaminadas por fluidos corporales, lávalas con agua caliente y desinfecta con cloro.
Por último, protégete en espacios concurridos usando mascarillas de grado médico, como una N95, y evita tocarte la cara. Ese pequeño gesto puede ser la puerta de entrada para los virus.
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