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¿Amor o estrategia? Lo que realmente dio origen a la monogamia humana

  • guizarnoehmi
  • 12 jun
  • 3 Min. de lectura

La idea de que la monogamia surgió por cuestiones románticas ha sido ampliamente desmentida por diversas investigaciones científicas. En realidad, el surgimiento de relaciones exclusivas en la especie humana está vinculado a la protección de las crías, la complejidad del cerebro y cambios ambientales ocurridos hace millones de años.


Kit Opie, bióloga evolutiva, explicó a BBC Mundo que, en los sistemas de apareamiento polígamos, como los que tienen los gorilas, el infanticidio es común. En estas estructuras, un solo macho dominante se reproduce con varias hembras. Si otro macho logra tomar el control, suele matar a las crías para que las hembras entren en celo nuevamente. Este escenario impulsó la necesidad de establecer vínculos estables para proteger a la descendencia.


Por su parte, especies como los bonobos y chimpancés desarrollaron métodos distintos para evitar estos riesgos. A través de múltiples cópulas, camuflan la paternidad, reduciendo así la probabilidad de que un macho elimine a crías que podrían ser suyas. Durante mucho tiempo, los primeros homínidos habrían seguido este patrón, hasta que un evento climático alteró su entorno.


Hace aproximadamente dos millones de años, el paisaje del África subsahariana se transformó en sabanas abiertas. Este cambio obligó a las comunidades humanas a vivir en grupos grandes para defenderse de amenazas externas. La evolución del cerebro humano incrementó el tiempo necesario para amamantar y cuidar a los niños, lo cual hizo evidente la necesidad de contar con un compañero constante. Fue así como la monogamia se consolidó como una respuesta adaptativa para garantizar el bienestar de los más pequeños.

No obstante, esta forma de vinculación no es una norma absoluta entre los seres humanos. Aunque ciertas especies, como los gibones, mantienen un estilo de vida monógamo en entornos aislados, los humanos viven en estructuras sociales complejas que dificultan el control absoluto sobre la fidelidad. Según Opie, esta diferencia hace que mantener la exclusividad sea un reto mayor para las personas.


Desde la perspectiva de la neurociencia, las relaciones exclusivas también tienen una explicación química. Sarah Blumenthal, investigadora de la Universidad de Emory, analizó el comportamiento de los topillos de pradera, roedores conocidos por formar vínculos duraderos. Estos animales presentan una gran concentración de receptores de oxitocina en áreas cerebrales asociadas al placer. Esta hormona, liberada durante el contacto físico, fortalece el apego entre parejas. Cuando se bloquea su efecto, los lazos afectivos desaparecen, un fenómeno que también se ha observado, aunque con variaciones, en humanos.


La dopamina también influye, especialmente en las etapas iniciales de una relación. Esta sustancia estimula la atracción y el entusiasmo, pero su funcionamiento se modifica conforme el vínculo se fortalece, generando una dinámica cerebral distinta que impacta la percepción de la relación.


Aunque muchas culturas adoptaron la monogamia como modelo dominante, no todas las sociedades lo han hecho. Katie Starkweather, antropóloga de la Universidad de Illinois, identificó más de 50 ejemplos de poliandria en regiones de África, América y Asia. En estos casos, una mujer tiene varios compañeros, lo cual ofrece ventajas en contextos de alta mortalidad o cuando uno de los esposos debe ausentarse durante largos periodos.


La poliginia, en la que un hombre tiene múltiples esposas, ha sido más frecuente, pero también representa altos costos emocionales y económicos. Para Starkweather, la exclusividad sentimental resulta más factible y menos demandante en comparación con las relaciones múltiples.


En el presente, nuevos modelos vinculares ganan visibilidad. El poliamor es uno de ellos. Alina, una mujer originaria de Rumania que vive en Londres, relató a BBC Mundo cómo, tras una experiencia insatisfactoria en una relación tradicional, decidió explorar vínculos no exclusivos. Aunque admite que los celos son un desafío, resalta la importancia de la transparencia para sobrellevarlos. Ella y su pareja aseguran que lo más difícil no es la exclusividad, sino el tiempo y la energía que exige construir lazos saludables con varias personas. Aun así, consideran que esta dinámica fortaleció su conexión.


Actualmente, la discusión sobre si los humanos están “programados” para ser monógamos sigue abierta. La conclusión más aceptada por la comunidad científica es que no existe una única manera natural de relacionarse. Como señaló Starkweather, la clave de la humanidad ha sido su capacidad de adaptarse a diferentes contextos, tanto físicos como culturales.

En lugar de ser un destino ineludible, la monogamia es una solución práctica nacida de las condiciones específicas que enfrentaron nuestros antepasados. Y como todas las estrategias adaptativas, está sujeta a transformaciones según las necesidades del momento.

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