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Adiós al espectáculo natural: La mariposa monarca, al borde del abismo



La emblemática mariposa monarca, conocida por su extraordinaria migración anual entre Canadá, Estados Unidos y México, está al borde de ser declarada una especie en peligro de extinción en Estados Unidos. Esta medida busca proteger a una especie cuya población ha disminuido drásticamente en las últimas décadas debido a una combinación de factores como la pérdida de hábitat, el cambio climático y el uso intensivo de pesticidas.


En los últimos 10 años, la población de mariposas monarca en América del Norte se ha reducido entre un 22% y un alarmante 72%. En el caso de la población occidental, que migra hacia California, la situación es crítica: de los 10 millones de ejemplares registrados hace una década, quedan menos de 2,000, una disminución del 99.9%. Por su parte, la población oriental, que viaja hacia los santuarios de Michoacán y el Estado de México, ha caído un 84% desde la década de los 90.


Entre las principales amenazas están la deforestación en sus zonas de hibernación, la expansión de la agricultura intensiva, que elimina las plantas de algodoncillo esenciales para las larvas, y el impacto del cambio climático. Este último altera los patrones de migración y reproducción, con temperaturas extremas y sequías que dificultan la supervivencia de esta especie tan delicada.



A pesar de la gravedad del problema, hay iniciativas que intentan revertir la situación. La participación ciudadana en proyectos de ciencia comunitaria, como el Blitz Monarca, ha logrado registrar miles de avistamientos y mapear las plantas esenciales para las mariposas en su ruta migratoria. Estas acciones son esenciales, pero insuficientes si no se acompañan de políticas ambientales más estrictas y una mayor conciencia pública sobre la importancia de conservar su hábitat.


La inclusión de la mariposa monarca en la lista de especies en peligro de extinción no solo es un llamado de alerta, sino también una oportunidad para actuar. Proteger a esta especie es proteger un fenómeno natural único y los ecosistemas que lo sostienen. Reducir el uso de pesticidas, plantar algodoncillo y apoyar la conservación de los bosques son pasos concretos que todos podemos dar para evitar que este símbolo de la naturaleza desaparezca para siempre.


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