La voz de Shigemi Fukahori se apagó, pero su mensaje de paz seguirá resonando. Fukahori, uno de los últimos sobrevivientes del bombardeo atómico de Nagasaki, falleció el 3 de enero a los 93 años en un hospital de la ciudad. Hasta hace poco, solía visitar la iglesia de Urakami casi a diario para orar y mantener viva la memoria de quienes no sobrevivieron aquel fatídico 9 de agosto de 1945.
Tenía solo 14 años cuando la bomba lanzada por Estados Unidos arrasó Nagasaki, matando a decenas de miles de personas, incluida su familia. Trabajaba en un astillero a unos tres kilómetros del punto de impacto, y aunque logró sobrevivir, las secuelas físicas y emocionales lo acompañaron toda su vida. Durante años, el peso del trauma lo mantuvo en silencio. No encontraba las palabras para describir el horror de haber visto a personas agonizando, con la piel literalmente derritiéndose.
Fue hasta hace unos 15 años, tras conocer a un sobreviviente del bombardeo de Guernica en España, que Fukahori encontró la fuerza para hablar. Esa conexión, marcada por una tragedia compartida, lo ayudó a abrirse y convertirse en un ferviente defensor de la paz. Su testimonio impactaba a quienes lo escuchaban, especialmente a los jóvenes. "El día que cayó la bomba, escuché una voz pidiendo ayuda. Cuando me acerqué y extendí mi mano, la piel de la persona se derritió. Todavía recuerdo cómo se sintió eso", relató en una entrevista para la televisión japonesa NHK en 2019.
Fukahori dedicó sus últimos años a contar su historia con la esperanza de que las nuevas generaciones tomaran lo que él llamaba “el testigo de la paz”. Quería asegurarse de que el mundo no olvidara los horrores de la guerra nuclear y que nunca se volviera a repetir un ataque de esa magnitud.
En 2019, cuando el Papa Francisco visitó Nagasaki, Fukahori tuvo el honor de entregarle una corona de flores blancas como símbolo de memoria y esperanza. Un año después, en una ceremonia conmemorativa, alzó la voz en nombre de las víctimas del bombardeo y dejó claro su compromiso: “Estoy determinado a enviar nuestro mensaje para hacer de Nagasaki el último lugar donde se lance una bomba atómica”.
Ahora, la iglesia de Urakami, un símbolo de esperanza que sobrevivió al ataque, será el lugar donde se despida a Fukahori. Su hija lo representará en los servicios funerarios programados para este lunes, pero su legado quedará en manos de quienes escucharon su historia. Fukahori siempre creyó que la paz es una responsabilidad colectiva, y su vida fue un recordatorio constante de lo que está en juego cuando esa responsabilidad se olvida.
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